jueves, 11 de junio de 2009

La Captura del Siglo, Cap. 4 : ¿ Dónde está el enemigo?


“Truquini” cogió el volante del auto afectado para mi traslado y empezó su rutina acostumbrada: dos vueltas alrededor de la cuadra, paradas intempestivas, doblar una esquina y regresar por el mismo sitio.

La idea era "sacar" algún reglaje o reconocimiento; luego, enrumbar por la Avenida Bertello, Tingo María, 28 de julio, Bolívar, Alfonso Ugarte, hasta la avenida España. Desde este lugar se podía ver, imponente, el edificio llamado “La Fortaleza”, lugar donde estaba funcionando el GEIN.

Ese día, como tantos otros, íbamos a luchar contra el terrorismo, tratando de sobrevivir en una guerra que llevaba casi 12 años, desde aquel 17 de mayo de 1980, cuando el pelotón del Comité Zonal Cangallo-Fajardo del Comité Regional Principal (Ayacucho) incursiona en Shuschi, pueblo perdido en la serranía ayacuchana, y quema las ánforas electorales, dando inicio a lo que se conoce como "ILA" (inicio de la lucha armada).

Las otras guerras estaban en los libros de historia. La diferencia es que esta forma de lucha era parte de la guerra popular que seguía la estrategia de las cuatro "c": camino de cercar las ciudades desde el campo. Las acciones empezaban en el campo, y poco a poco, tratarían de estrangular las ciudades, cercarlas, hasta "conquistarlas".

Según el “presidente "Gonzalo", el triunfo hasta el comunismo estaba asegurado, sólo debían seguir la estrategia de la guerra prolongada.

El asunto es sobrevivir. Los "terrucos" nos buscaban para aniquilarnos , y nosotros, tratábamos de capturarlos para aplicarle la ley del Viejo y Caduco Estado al que pretendían destruir.
¿Dónde está el enemigo? Esta no era una guerra clásica donde el enemigo estaba frente a ti y mostraba la cara .

El terrorista era clandestino, agazapado, oculto y sólo atacaba cuando estaba seguro de ganar. Se movía entre las sombras y su cerebro estaba carcomido por una ideología. Atacaba por sorpresa. El hecho de que cualquiera puede ser víctima de los atentados, servía para multiplicar el efecto del terror o la ansiedad en la población.

"Aniquilamiento" de un policía.

Un día salías de tu casa, te despides de sus seres queridos, pasas por una calle y ¡ Zas ! , las ondas explosivas revientan tus oídos, abren tus carnes, explotan tu cerebro y vuelas despedazado por los aires. Te conviertes en una cifra de las estadísticas .

El ataque sorpresivo y clandestino cumplía su doble función: garantizar la impunidad y crear el efecto dramático en la población a través del miedo y la inseguridad.

Este tipo de guerras no se gana en el aire ni en el mar, se ganan sobre la tierra, luchando palmo a palmo, codo a codo, inteligencia versus inteligencia, contra un enemigo oculto, escondido, que no muestra la cara; ataca y se retira, después de picar al elefante.

Cualquier medio es válido para cometer los atentados y cualquier persona puede ser sacrificada en aras de los sagrados intereses para conquistar el poder e instaurar el Nuevo Poder o la República Popular del Perú.

Mejor aún si las víctimas son los "reaccionarios" (policías o militares). Cada vez que volaba el cuerpo de un policía o militar por los aires, destrozado por las ondas explosivas de un artefacto explosivo o moría como consecuencia de un certero disparo a mansalva, se cumplía el objetivo militar de la guerra popular: "aniquilar las fuerzas del enemigo para conservar las nuestras".

El combatiente no sentía ningún remordimiento. El crimen de un modesto policía, de ese "bicho raro" de la sociedad que cumplía con su deber como guardián del orden público, para el senderista no era un asesinato, la ideología o el marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo se encargaba de quitarles el peso de encima. Ese asesinato era un aniquilamiento selectivo para conservar sus fuerzas, aniquilando las fuerzas del enemigo.

El "Pensamiento Gonzalo" justificaba todo, hasta la muerte y calmaba las conciencias criminales.
- ¿Por qué aniquilastes al policía? Un día le hice esta pregunta de sopetón a un ferruco que había participado en la ejecución del aniquilamiento selectivo de un Policía de Tránsito.

Con sangre fría, sin inmutarse, me respondió suelto de huesos: "es parte de la guerra popular, aniquilar las fuerzas vivas de la reacción para conservar las nuestras".

¿Cómo nos involucramos en esta estúpida guerra fratricida?

Era fines de 1982 y el gobierno de aquel entonces, dispuso que ingresase la Fuerza Armada para combatir a Sendero Luminoso. Hasta ese momento, la policía no podía controlar este fenómeno que cada crecía cada día, volviéndose un problema de Seguridad Nacional.

La policía se involucra en la lucha contra el terrorismo a partir de 1981 cuando se incorpora en la legislación el delito de terrorismo como nueva figura penal, debido a la repetición frecuente de una serie de atentados terroristas , que por su misma naturaleza, se hacía necesario tipificarlos en la ley penal.

Todo el año 1981, la policía carga en sus hombros la responsabilidad de luchar contra Sendero Luminoso, grupo que crecía a pasos agigantados porque contaba con tres elementos: liderazgo, organización y estrategia.

En el tercer mes de 1982 y después que SL aplicara los planes de fuga para rescatar a sus llamados presos políticos, el Gobierno declara el estado de emergencia en Ayacucho e ingresa el Ejército Peruano, haciéndose cargo de la lucha frontal contra SL, mientras que la policía se subordinaba a ella.

En la Capital, el asunto fue diferente. La Dincote asumió un rol protagónico en la lucha contra el terrorismo.

En los primeros años (1981-1982), los policías percibíamos que esta guerra no tenía sentido y aceptamos que no estábamos preparados para enfrentarla.
Pero, poco a poco, el remolino de la lucha nos envolvió y llegamos a convencernos que el problema principal era sobrevivir: ellos o nosotros.

¿ Algún día nos tocará a nosotros?

Era la pregunta que muchos policías nos hacíamos al leer los titulares de la prensa que resaltaba algún aniquilamiento selectivo de un policía o militar, casi de manera cotidiana, a mansalva.
- Jefe ¿ qué mierda hacemos metidos en esta lucha sin sentido ?

Todos los días se hacía esta pregunta, Truquini, confundido, perplejo y dudoso, hasta que se convenció que no podíamos nadar contra la corriente.

- "Se supone que ingresamos a la PIP para convertirnos en detectives y perseguir delincuentes comunes, pero ... terrucos... eso no estaba escrito en el prospecto de admisión a la escuela, porque si hubiesen colocado este dato, tenga usted por seguro que lo hubiese pensado mil veces".
Sus comentarios eran bastante lógicos y a veces me causaban hilaridad.

Sólo se calmaba cuando le aclaraba: "Vamos, Truquini ... tú sabes que alguien tiene que hacer este trabajo de mierda ... nosotros somos los basureros de la sociedad ... o tú también quieres abandonar el barco como rata miserable. Mira a esos marinos maricones, empresarios cobardes y muchos otros que se fugan al extranjero y abandonan todo... consideran que la guerra no es con ellos ...".

- Bueno, Tío, lo que yo quería decirle es que si en el Prospecto de Admisión a la escuela, pudiese vislumbrar que algún día me iba a convertir en policía antiterrorista, le juro que me hago el cojudo y me meto de guachimán, antes que policía.

- "No hables tonterías y mira por donde manejas”.

La realidad nos había obligado a entrar a la historia o quedarnos fuera de ella.

Habíamos envejecido combatiendo el terrorismo con los primeros terruños que fueron detenidos en Huamanga, después del primer atentado a la tienda "La Pequeñita".

Ese año (1981) tuvimos que viajar a Huamanga para realizar las investigaciones bajo la dirección del general llamado El Cuervo. No regresamos a la Capital hasta comienzos de 1982.

Luego viene el atentado contra la Comisaría de Ñaña y en 1983, se conforma la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (DINCOTE ) bajo el mando del general Fernando Reyes Roca.

Durante el trayecto hacia La Fortaleza, hice un repaso mental de la situación subversiva que se vivía en el país, en esos momentos.

En 1992 había culminado el plan estratégico de "Culminar la tercera campaña " guiado por la consigna " Que el equilibrio estratégico remezca más el país".

El Comité Centra PCP-SL, en el balance de la campaña (agosto 89 - noviembre 90) se había dado cuenta que la segunda campaña que había terminado, los había llevado al "equilibrio estratégico", o sea, la segunda etapa de la guerra prolongada.

¿Equilibrio estratégico?

Cada vez que los senderólogos escuchaban estas palabras, se jalaban los cabellos. Pensaban que el equilibrio estratégico debía traducirse en equilibrio de fuerzas, uno contra uno y esto estaba muy lejano. En la documentación del Primer Congreso, llevado a cabo en tres sesiones, durante 1988 y 1989, aparecía: "El 90 nos dio la gran conquista de los comités populares abiertos y el 91, el equilibrio estratégico".

El líder senderista trataba de aclarar que entrar, empezar, comenzar, no es lo mismo que desarrollar o culminar y que el PCP apenas había entrado al equilibrio estratégico.

La aparición de la imagen fantasmagórica de La Fortaleza, con sus contornos grises, me sacó de mis pensamientos. De pronto, fui asaltado, súbito, por un ardor en todo el cuerpo, ya anteriormente había experimentado esta sensación.

Era el calor de la lucha que invadía y estremecía todo mi cuerpo, llenándolo de una vibración dulce y ansiosa del combatiente. La había sentido en todas las operaciones de inteligencia: ISA (1 de junio de 1990), Monterrico (19 de septiembre de 1990), Seso (enero de 1990), Caballero (31 de junio de 1991), Ancón(22 de junio de 1991), Palacio (27 de noviembre de 1991), Hipócrates (13 de marzo de 1992) y Moyano (13 de abril de 1992).

Enfrentar los desafíos, caminar por el filo de la navaja. La lucha es entre personajes, guerra de inteligencias, astucia, sentimientos, donde vence el mejor. No sólo me gustaba el peligro, lo buscaba, iba tras de él. Nunca rehuí, le daba la cara, frente a frente.

En 1977, cada vez que el primer ministro, ministro de guerra y comandante general del Ejército Peruano, Guillermo Arbulú Galliani, se tomaba unos tragos, llamaba a su seguridad y les decía "muchachos, pídanme lo que quieran". Aproveché uno de esos momentos para hacerle un audaz pedido, pero empecé hiriendo su amor propio: "mi general, lo que voy a pedirle, estoy seguro que usted no podrá concedérmelo".

- ¿ Qué es lo que usted alférez puede pedir al primer ministro que no pueda hacerlo?- preguntó intrigado uno de los hombres más poderosos del país en esos momentos.

- Una vacante para seguir el Curso Regular de Comandos; curso reservado sólo para miembros de las Fuerzas Armadas- respondí.

Un "miserable policía" -como nos tildaban los comandos- le estaba pidiendo incursionar en el templo sagrado de las Fuerzas Especiales del EP.

El "Gato" Arbulú me miró sorprendido y me digo: "Alférez, déjeme pensarlo". Había herido su amor propio. Era cuestión de esperar.

A la semana siguiente, me hizo llamar con su edecán, preguntándome: "¿ está usted preparado para ir a la Escuela de Comandos el día de mañana?".

Con temor acepté el reto. Después de una semana ingresé por la ventana a la Escuela de Comandos del EP, rompiendo la tradición y contra viento y marea.

A los seis meses, egresé como comando, del XVIII Curso Regular de Comando del Ejército Peruano y V Internacional (1997) que me dejó profundas huellas, y sobre todo, me enseñó a ser "Vencedor de Imposibles".

Me hicieron ver la vida a cuadritos, pero logré alcanzar la meta. Soy el único policía que logró profanar el templo sagrado de los comandos del Ejército Peruano, rompiendo un mito y tradición. De este curso, había pasado casi 25 años y mis músculos estaban fláccidos, pero la moral del comando siempre permanece lozana, como en sus mejores momentos.

La Fortaleza

Con disimulo, cogí los rodillos de mi cintura y comprobé que la cerveza sabatina había dejado algunos rollitos. Pero me reconfortaba pensado que el cuerpo y las fibras de un comando se gastan, uno engorda, pero la moral del comando con los años se fortalece y se hace grande. Ese día me dirigía a La Fortaleza para enfrentar los desafíos y participar en la guerra contra el terrorismo a mi manera, con inteligencia operativa policial, algo que habíamos inventado los policías procedentes de las antiguas canteras de la Policía de Investigaciones, mezclando la inteligencia clásica con la investigación criminal.

No hay comentarios: